El día se acaba, y no por eso me siento mejor. El ánimo no mejora con el paso de las horas; empeora si es posible. Es un sentimiento desagradable, no cabe duda, algo que querría expresar… Busco en lo más profundo de mi mente, pero no encuentro palabra que pueda definir como me siento. Ese tormento, ese perturbador pensamiento… La sola probabilidad de que mis planteamientos sean ciertos hace que se desvanezca en mí el más leve rastro de ilusión.
Siento esa desazón, tan fuerte... agarra mi corazón, y no lo suelta. Pide un consuelo, lo aclama urgentemente, pero es tan fuerte que apenas encuentro el bálsamo que lo calme. Me parte en dos, me tritura, me deja a merced de una espiral descendiente que parece terminar en la locura… no quiero comprobarlo, no, no… Necesito saber cómo contrarrestar este terrible sentimiento, una pequeña alegría que sea conforte para mi triste existencia. Quisiera llorar, vaciarme de tanto sufrimiento, pero mis lágrimas, sabiendo lo vano que resultaría su suicido, se niegan a abandonar mi interior, hiriendo más por dentro.
Quiero decir qué es lo que siento, quiero compartir mi pena y encontrar asilo en algún alma caritativa que me devuelva la ilusión, que alivie mis dolencias, que me conceda su compasión y su dulzura… ¿Cómo podría explicarlo…? Ese atisbo de pesadumbre, esa continua derrota, ese estado cercano al desvanecimiento, la rendición, el fracaso,…
Resignación, esa era la palabra.